viernes, 7 de octubre de 2011

Me voy, Henry.


Parpadeó durante unos instantes, estaba aún un poco aletargado por las inyecciones, pero había escuchando bien. Paula se marchaba, tras haberle acogido en su casa, tras haber sanado sus heridas, tras haberle salvado otra vez. Se sintió ligeramente decepcionado, lo que inmediatamente le hizo sentir estúpido. ¿Desde cuándo tenía él esperanza de que fuese a quedarse? En realidad ya no tenía nada que hacer allí, el caso estaba cerrado y la investigación había terminado. 

¿Por qué? — fue lo único que pudo articular él.

Porque tengo trabajo.


— Pero no puedes irte.

Henry se levantó del sofá y, tras unos segundos con un equilibro nefasto se dirigió hacia la puerta, la misma que Paula estaba abriendo para irse. Ésta entornó los ojos y suspiró.

Eres muy... perseverante, por no decir cabezota.


El rep se fijó en la apariencia de la agente, y pensó que sería la última vez que lo haría.

Su piel era blanca como la nieve, y sus mechones de pelo rojo caían por toda su cara a pesar de habérselo recogido en una rápida e improvisada coleta. Llevaba gafas, que casi le ocupaban toda la cara, pero que aún dejaba ver la luminosidad de sus ojos esmeraldas mirándole con resentimiento pero, a su vez, con decisión. Disfrutó de la visión agradable de sus pechos escondidos tras una chaqueta más masculina que femenina y sus piernas atléticas y níveas. 


Entonces es cuando se dio cuenta, tras todo aquello, al final de todo, cuando estaba a punto de irse, que quizás estaba enamorado de ella. Nunca pensó que fuese a enamorarse nunca, pues si algo caracterizaba a Henry era su especial desenfado e independencia sobre todo sexual con la que había vivido feliz toda su vida hasta aquel momento. Finalmente se había enamorado de alguien, o al menos sentía un fuerte capricho y cariño, y por si fuera peor, era una humana. Y era policía.

Y se iba.

Paula suspiró, y entonces dijo:

Escucha, me voy. Me estoy yendo. Si vas a hacer algo hazlo ahora o reprímete durante el resto de tu vida.


Henry le besó. Le besó tan apasionadamente como había soñado hacerlo desde que la conoció y más todavía. Nunca nadie le había excitado tanto como Paula lo hacía con cualquier nimiedad. Cuanto más la tocaba más aumentaban sus ansias de penetrarla, de una vez por todas. Paula se dejaba llevar, aunque intentaba controlar las manos de Henry que iban directas a todas las zonas indebidas posibles de su cuerpo. No lo consiguió, y acabó desvistiéndola en un abrir y cerrar de ojos. Él era un replicante de exploración, por lo tanto muy hábil con las manos, ágil y observador.

Y ahora Henry se encontró en su gran final, en el glorioso culmen, en el que ambos, despojados de toda su ropa, se devoraban lentamente en la cama. Aunque él estaba seguro de que Paula iba a irse, al menos habían acabado como Dios manda. En lugar de tener como recuerdo una pálida mirada y una figura nerviosa alejándose por el pasillo, ahora se acordaría del laberinto de curvas de Paula, de sus uñas clavándose en su espalda y de el sabor de todos los recobecos de su cuerpo. Y aquello no era como los recuerdos artificiales, había pasado de verdad. 


Y eso era lo mejor de todo.

                                                    * * * * * * * * * * * * *




Matt era todo lo contrario a su compañero. Hacía dos años que trabajaba con él —no para él, aunque el mismo Henry solía apuntar que era así— y a pesar de que tenían puntos de vista completamente distintos hacían un gran equipo.


Royroy no era una joven muy agraciada en la vida. Desde pequeña fue esclava de los comercios para el mero uso de la propaganda. Llevaba siempre un uniforme con miles de anuncios coloridos y estrepitosos, con sonido incluido, el cual prohibían que se quitase en todo el día, y se dedicaba a vagar por las calles cumpliendo con su trabajo: hacer publicidad, cobrando un mísero salario al mes. Normalmente se dirigía al bar de Olivia, y se sentaba en un rincón, encerrada en su burbuja. Los anuncios que llevaba eran tan molestos y sonaban tan alto que probablemente nadie querría acercarse a ella, y menos hablarle.


Henry la salvó de un grupo de vándalos que le pegaban palizas casi a diario. La salud de Royroy era, por consecuente, frágil y débil. Su mente también quedó dañada, sobretodo por la marginación social que había sufrido desde pequeña, de manera que no estaba acostumbrada a algunas cosas en la sociedad y de algunas otras no tenía ni idea. Ella nunca habló de su familia, ni de sus padres, ni siquiera Matt se había aventurado a sacarle el tema, no quería hacerle recordar momentos crudos de su vida.


Matt la cuidaba muchísimo. Él era tímido e introvertido, pero le gustaba ayudar, sobretodo si la persona en cuestión es la chica más hermosa y fantástica que ha conocido en toda su vida. Dominaba gran parte de la tecnología, aunque no siempre con fines legales —Henry le pedía identidades falsas a menudo— pero lo hacía con devoción y con mucha eficiencia.
Lo primero que él hizo fue configurar —ilegalmente, claro— el uniforme de Royroy de manera que los anuncios no tuviesen audio y no irrumpiesen en una conversación. Siempre que esto pasaba Royroy pedía perdón, y su rostro alegre y cálido volvía a su estado frío e inexpresivo. A Matt no le gustaba verle así. Así que, aunque la ley le llevase la contraria y se pudiese haber metido en un lío considerable, lo hizo.


Olivia siempre les miraba tras la barra mientras ellos coqueteaban, y se sentía como si Matt fuese su propio hijo. Entonces le decía a Henry:


— Matty se nos hace mayor.

Y seguía limpiando vasos. Henry no le hacía mucho caso, de hecho le resultaba un tanto indiferente que su compañero hubiese encontrado el amor en aquella mujer, ni siquiera la conocía tanto como para juzgarla. Le parecía muy guapa, pero tenía una apariencia demasiado juvenil e inocente como para ser de su agrado.

Royroy no era muy alta, pero era esbelta, y tenía una piel tersa y uniforme. Su pelo era rubio y ligeramente ondulado, y su rostro aniñado. Matt también era de rostro aniñado, y él no tenía una consistencia física fuerte, al contrario, estaba bastante delgaducho, pero por alguna razón daba la imagen de una persona en la que podrías confiar.

De cualquier manera Matt y ella parecían encajar perfectamente, Royroy parecía embobada con el pelo largo del joven —aunque casi todo lo escondía normalmente bajo un gorro y no había un sólo día en el que no juguetease con él mientras ambos reían, se sonreían, se cuchicheaban cosas inaudibles y se daban besos fugaces. A Henry le parecía innecesariamente empalagoso y normalmente quería quitarse del medio en cuanto el ambiente se ponía así. Matt estaba feliz, y Royroy también, y se lo merecían. Fin. Éso era lo único que Henry tenía interés de conocer en su relación.



A Henry nunca le gustó que Royroy se involucrase en sus investigaciones, pero si osaba decir algo malo de ella Matt se enfadaba y no le hablaba durante días. "Está verdaderamente y estúpidamente enamorado" pensaba Henry.

Y entonces se tomaba otra copa de vino.



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