viernes, 15 de julio de 2011

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Mientras el Sol se esconde y deja paso al manto estrellado de la noche, ellos se balancean en un columpio. Parece como si llegasen a tocar el cielo, como si pudiesen acariciar las nubes, como si pudiesen saltar y volar hasta lo más alto. Porque cuando están juntos los límites desaparecen, todo es alcanzable, todo es posible.


Millones de estrellas se amontonan en aquella mancha en el cielo. Algunas tan brillantes que deslumbran, y otras, perdidas y rojizas, que saludan tímidas desde la inmensidad infinita del espacio.


Ellos sonríen. Y estoy feliz de verlos. El Universo se compagina para crear una perfecta armonía, una oda al amor. Podemos olvidar las cosas malas, sí, podemos hacerlo. Pero estamos acostumbrados a revolcarnos en el barro, y recordarlas una y otra vez aunque pasen años. ¿Por qué seguimos torturándonos? Ya no sabemos ver las cosas buenas del mundo, estamos tan ciegos que seguimos retrocediendo en el tiempo para entristecernos con cosas ya pasadas.

No nos sintamos insignificantes, podemos lograrlo todo si creemos en nosotros mismos. No nos rindamos, pues no hay camino a seguir, nosotros lo creamos al caminar. Nunca perdamos la fe, nunca nos quedemos atrapados, nunca perdamos el horizonte ni olvidemos ir hacia adelante, nunca nos enjaulemos entre nuestras propias rejas. No estamos solos, no somos desgraciados. Aquello que deseemos ser, lo seremos, siempre y cuando lo deseemos de verdad. Todo está en nuestras manos, todos los hilos, todas las decisiones.

Cada persona es un mundo. Aquellos que se adentren a explorarlo quizás encuentren la felicidad, o el odio, o algo especial. Cada persona es un mundo, un mundo infravalorado. Cada persona es insignificante pero única. Cada persona ocupa un lugar del corazón exclusivo, sin ningún tipo de pieza reemplazable.

Por cada persona que quiere morirse por una estupidez, hay otra persona condenada a la muerte que desea vivir y lo daría todo por ello. Vivamos y hagamos cosas grandes. Somos capaces, otra cosa es que creamos que no lo somos, y nunca lo intentemos.

La propia existencia es un regalo del que debemos sentirnos privilegiados siempre.

Yo ya carezco de ella.

Aprovechadla.


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