sábado, 10 de diciembre de 2011

Colin estaba muy enfadado y tristón. Se puso a tirar, a romper y a derramar, a gritar, a llorar, a golpear y a patalear. Rompió, astilló, machacó y aporreó…

- ¡Ay Dios mío! -dijo su madre- ¿Qué es todo este lío?

Y Colin dijo:

- Soy un zorro pequeño, enfadado y tristón y nadie me quiere de corazón. 

- ¡Pero, Colin! -dijo su madre- Enfadado o no, pase lo que pase, siempre te querré de corazón.

Y Colin dijo: 

- Si fuera un oso pardo, ¿todavía me cuidarías? 

- Pues claro -dijo su madre-. Seas oso o no, pase lo que pase, siempre te querré de corazón. 

Y Colin dijo:

- Si me volviese gusano, ¿todavía me querrías y me mimarías?

- Pues claro que sí -dijo su madre-, gusano o no, pase lo que pase, siempre te querré de corazón.

- ¿Pase lo que pase? -dijo Colin, y sonrió.- ¿Y si fuera un cocodrilo?

Y su madre dijo: 

- De besos y mimos te cubriría y por las noches, te arroparía. 

- ¿El cariño se gasta? -preguntó Colin-. ¿Se rompe o se dobla? ¿Se puede coser o pegar? ¿Se puede arreglar?

- ¡Vaya, vaya! -dijo su madre- Tantas cosas no sé, pero te aseguro que siempre te querré.

Y Colin dijo: 

- Pero cuando te mueras y te hayas ido, ¿me seguirás queriendo? ¿El cariño sigue vivo?

Su madre lo llevó, amorosa, a ver la noche serena con la luna luminosa y las brillantes estrellas. 

- Colin, fíjate en esos luceros que brillan como diamantes: aunque algunos ya murieron siglos y siglos antes…siguen brillando de noche el año entero. 
 El cariño, como su luz, no muere, es duradero.

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